SOLEDAD

Hoy me han llamado ridícula, así, sin más, estaba tranquila viendo la tele y a veces discutiendo y hablando con los personajes de la serie, cuando siento una voz, ¡Eres ridícula! Me he quedado pensando, porque pienso, aunque no lo parezca, ¿de verdad soy ridícula? Y sí, es verdad, a veces hablo sola, discuto y hasta envío a freír espárragos a los personajes de la televisión, ¿por eso soy ridícula?
Es lo que tiene pasarse el día en casa si poder salir, no ves apenas a nadie y te acostumbras a esta manera de sentirte acompañada. —Claro que no sé quién me lo ha dicho, vivo sola—.
La soledad se sentó a mi lado hace tiempo, no estoy triste, no creas, nos hacemos compañía mutuamente y no nos faltamos el respeto.

A veces la echo un rato, necesito sentir que no me muerde, que no me come. Pero pronto vuelve y tímidamente se instala en el sofá de nuevo, quieta, sin decir nada, la miro y pienso: no es tan fea… Hay una desidia que me entra, que hace que el alma se caiga un poquito al suelo, pero la recojo corriendo y la abrazo, me vienen recuerdos de cuando mi alma estaba llena de risas, de canciones, de poesía.

Cuando mis hijos revoloteaban a mi alrededor y no me dejaban tranquila ni un minuto al día.
Cuando caía en la cama estaba rendida. Hoy todos están muy ocupados, mis nietos no quieren estar con una señora mayor enferma, es normal, se aburren, mis historias para ellos son solo cuentos de ancianos.

Hace muchos días que no me llaman, y yo no quiero molestarles, no comprendo porque les molesta que los llame, siempre están tan liados que les pillo mal, así que dejé de llamarlos.
Tengo una vecina que me hace algunos recados y me arreglo bastante bien, aunque hoy no sé por qué, estoy tan alicaída, me siento extraña, miro a mi soledad y no está, ¿dónde habrá ido? Respiro con dificultad y me dejo llevar, creo que voy a echarme una pequeña siesta.

—»En el periódico, una pequeña reseña: anciana muere y la encuentran al mes en su casa».

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VISITA A MIS TÍOS DEL PUEBLO 😂😂😂

Mi tío se sentó y dijo de contar un chiste, todos temblamos, te tenías que reír si o si, o la liaba y ¿cómo te reías de alguien que contaba chistes con cara de matarte?
Cómo sería que entró el perro y conforme vio a mi tío salió pitando, claro que también el gato huía, que mi tío siempre estaba: el día menos pensado hago gato frito y parecía que el gato lo había entendido.
Era de un carácter arisco, la malafollá le chorreaba como la grasa a las morcillas colgadas.

Al novio de mi prima lo tenía traumatizado al pobre, un día lo puso a cortar troncos, el chaval no podía ni con el hacha, mi tío se partía de la risa y le decía, mira el musculito, y más se reía, así que cada vez que van al caserío el pobre teme que le vuelva a dar el hacha.
También es que es blandito el chaval, está siempre ¡Qué frío! Vamos que este no conoce el frío de Finlandia, allí quedaría pajarito. Otra cosa que mi tío no le perdona es cuando fue el primer fin de semana; se puso a cantarles a las flores que había en la entrada, decía que así crecían antes.

El problema es que todas se secaron y mi tío dice que se cortaron las venas y dejaron salir la savia por no oír la voz que tiene.
La novia a veces se queja, dice que su novio va tan caliente, que se enciende la chimenea sola al arrimarse.
Entre unas cosas y otros estábamos entretenidos y a la vez con los dedos cruzados para que no nos tocara a nosotros.

Cuando mi tía dijo de comer, mi prima le preguntó con cachondeo, ¿Vas a poner la vajilla de porcelana? La mirada de mi tía hubiera matado a la mitad de los soldados de Napoleón sin despeinarse.
Puso unos platos tan bastos que le das a un burro en la cabeza y lo dejas trastornado para el resto de su vida.

Y, que sopa, parecía una pasta tan pegajosa que daban ganas de ponerse a arreglar todo lo que hubiera roto.
Todos los primos disimulando íbamos echando la pasta en servilletas que parecían de esparto, te limpias la boca con ellas y te has hecho un exfoliación, que ni en el mejor salón de belleza, la pasta que se había vuelto dura como el hormigón, con disimulo la echamos a la jardinera y si nos descuidamos hacemos dentro una escultura del muñeco que hace pis.

Mi tía estaba enfadada se le notaba porque las comisuras le llegaban a la barbilla, y los pelos del bigote se le rizaron, la mirada la tenía desenfocada, no sabíamos a quién miraba y todos acojonados.
Por fin trajo el segundo plato, un chuletón de un kilo por cabeza, por lo menos, acompañado con una guarnición de lo que según ella eran verduras y para nosotras el bosque de la Alhambra.
Lo que menos me gustó fue el brócoli, creo que fue la octava plaga de Dios a los egipcios y se les olvidó ponerlo.
Mi tío se tiró al chuletón como un miura al torero diciéndole ¡Te voy a comer cabrón!
Continuará…

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Las verduras de mis tíos. 😂😂😂

NO TODO ES LO QUE PARECE

Bajó de la nave, iba con la cara descubierta, ya habían medido el nivel de oxígeno antes de bajar, miró impenetrable el valle desierto, tan seco que había grietas en el suelo.
Bajó otro compañero y decidieron explorar los alrededores, todo era desolación, soledad y muerte.
La mujer en un susurro dijo:
—Este planeta está destrozado mira alrededor el presidente tenía razón.
—Vamos a darle otra oportunidad Dana, busquemos una ciudad, quizás haya alguien con quién podamos hablar.
Dana asintió y volvieron a la nave, volaron durante dos días, cuando estaban a punto de rendirse vieron una urbe y movimiento en ella.
Decidieron descansar esa noche en la nave y dirigirse al día siguiente hacía allí.
Les preocupaba el hecho de no ser aceptados, los habían visto en la pantalla del ordenador y eran seres feos y deformes, ellos eran una raza superior se dijo Dana, miró sus perfecta imagen en un espejo, su cara era bellísima, con esa belleza que deja eclipsado al mismo sol, él era un hombre que al igual que ella tenía una hermosura inconmensurable.
Se levantaron temprano y decidieron acercarse andando.
Cruzaron un parque en el que un macizo de azucenas estallaba en grandes ramos de flores y sonrieron, sí que había vida, el presidente estaba equivocado.
Por fin se iban a encontrar cara a cara con aquellos seres, unos críos feos, llenos de fluidos asquerosos, gritaron con una voz chillona, ¡Ni en el planeta de los monos chillaban tanto! Salieron lo que debían ser los adultos y también gritaron, —¿Qué les pasaba? Se preguntó Dana, ellos eran normales, ¿por qué los miraban asombrados?
Un ser que ellos creyeron identificar como un hombre se acercó sudoroso y con algo que parecía un arma disparó sin más, Dana sintió un ligero golpe, lo miró enfadada y sacó de su bolsillo un arma pequeña y disparó a aquel ser, sabía que estaba muerto, no hacía falta comprobarlo.
Dana miró al compañero y se dieron la vuelta. —Estos humanos no cambiarán nunca, se matan entre ellos, destruyen su propio planeta, son crueles, es mejor hacer caso del presidente dijo el compañero, se les ha dado mucha oportunidades. 
Aquí no hay nada ni nadie que merezca ser salvado. Sus trajes brillaron como diamantes al sol.

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LA SOMBRA DEL DOLOR

 

Meses en casa, la enfermedad la está consumiendo, le duele el alma, la ansiedad hace jirones el corazón, pasan los días, no mejora, el miedo la envuelve como una segunda piel.
Se han ido las letras, ya no puede formar palabras ni hacer poemas.
Llega la primera de muchas irritaciones, mira y no puede creer las palabras que salen de aquella boca tan querida y responde, se defiende, se enciende y la ambulancia de pronto está allí, ha empeorado y se encuentra entre el hielo de su corazón y el infierno de su enfermedad.
Y se vuelve rutina, insultos, manipulaciones, mentiras, y la ansiedad se van quedando cada vez más dentro, ha comprado un trozo de su alma y se ha instalado.
Un día, otro más, va pasando la vida llevándose lo poco que le quedaba: su sonrisa.
Piensa si ha merecido la pena tanto sufrimiento, si lo merece ahora cuando la sombra de la muerte le pisa los pies pasar por toda esta tortura por miedo.
Puede abandonarse por completo y romperse en mil pedazos, o bien amar la soledad, dejarse llevar por ella a los infiernos de los días eternos.
Puede usar sus recuerdos para devolverse una tristeza más pura, menos terrenal, despojada de las miserias diarias, una pena que justifique sus lágrimas aquellas pálidas tardes que la poesía le ha regalado.

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¿A QUÉ HUELEN LAS NUBES?

 

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La adolescente miraba la televisión embobada, estaba su anuncio favorito, que ganas de tener la menstruación y ponerse las compresas con alas para sentirse en las nubes y poder volar libre.
Le encantaba las chicas que salían, tan guapas, sonrientes y felices, ella quería sentirse así.
Dos días después notó las braguitas mojadas, fue al cuarto de baño acelerada y a continuación con voz ilusionada llamó a su madre: —¡Mamá, me ha venido la regla! La madre le dijo: —¡Ya eres un mujercita! Y le dio la deseada compresa con alas. Se quedó sola y miraba la compresa como un tesoro, ¡Por fin podría oler las nubes, volar, sentirse mujer!
Se la puso con cuidado, fue para el balcón feliz y plena, miró el horizonte y pensó en las hermosas mujeres de los anuncios, ella sería como ellas, no, una adolescente gordita, ahora pertenecía al club.
Miro la acera y sonrió, ahora ella volaba, tenía alas, se subió a la barandilla y con los ojos brillantes de la emoción se tiró.

 

A los catorce años no necesitas enfermedad o muerte para la tragedia. Jessamyn West.

EL SINO DE LAS PATATAS

Era una mañana espléndida, algo fría, pero con un cielo de un azul brillante maravilloso, el campo se veía verde, sereno, pasear era una delicia.

Se oyó un quejido: —¿Qué pasa? ¿Por qué estoy aquí? ¡Qué lugar tan frío y húmedo!
¡Estoy enterrada! La tierra me está ahogando, ¡Tengo que salir!

Socorro, socorro… el grito se fue haciendo un suspiro desesperado.

Alguien tira de mí, me están sacando, gracias, gracias…Pero: ¿Esto que es? ¿Por qué me tiran así, en este sitio? Me duele todo, y hay tantas como yo…¿Donde nos llevan? Estoy asustada, no sé qué pensar.

Se oyó una voz: —¡Coge unas cuántas y tráelas aquí! —¡Me han cogido! ¿Qué me van a hacer? Solo hay silencio, alguien coge un cuchillo y comienza el trabajo, mis gritos se oyen a muchos kilómetros, pero nadie los escucha.

El dolor que siento es terrible, no resistiré mucho más, ¿por qué son tan crueles? ¿Esto que es? ¡Dios! ¡Me están quemando viva! Solo queda el silencio y el murmullo del aceite hirviendo, mientras se fríen las patatas.

Este año hemos tenido una buena cosecha, ¿verdad?

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UNA TARDE DE MIERDA

Aquella tarde entré a trabajar en el hotel en mi horario favorito, eran las tres y me esperaban varias horas de trabajo en el que no pararía ni para cenar, pero me gustaba.
El hotel tenía unas habitaciones que no podría pagar ni con mi sueldo entero, el lujo se veía en cualquier detalle por nimio que fuera.

Trabajaba de botones, y eso no solo era coger las maletas, era muchísimo más: mi aspecto debía ser impecable era la primera impresión de donde trabajaba, iba vestido de negro, estatura media, complexión atlética y decían que era atractivo, eso ayudaba, pero realmente era la educación y las buenas maneras las que hacían que me dejasen buenas propinas.
Mis funciones como botones son muy amplias incluidas el papeleo tan ingente que se hace en el turno de noche.

Aquella tarde estaba mi compañera y yo saludándonos cuando entró un matrimonio bastante mal encarado por no decir unos bordes, me dirigí a ellos con mi mejor sonrisa y les pedí amablemente las maletas, se las subí a su habitación y solo les faltó empujarme para echarme fuera.
Bajé pensando en el matrimonio, ya mayor, y en la poca educación que me habían mostrado, mi compañera se echó a reír, ¿qué? ¿Buena propina? ¡Ja! Que gracia tienes, si, me han dado lo último que me dio aquel italiano, diez céntimos y encima metidos en un sobre, no fuera que se perdiesen. Nos dio un ataque de risa y así estábamos cuando entró otro señor de unos sesenta y cinco años, se dirigió a mi y me dijo que esperaba a la pareja “tan simpática” que si podía ir al baño.
Le contesté: por supuesto caballero y le indiqué donde estaba.

Pasó un buen rato y bajó el matrimonio, los vi mirar hacia un lado, después hacia otro y me acordé del señor del baño, me acerqué y les dije: ha venido un caballero preguntando por ustedes, ha ido a los lavabos.
Nos miramos mi compañero y yo, llevaba en el baño al menos veinte minutos, volvimos a reírnos sin saber bien porqué.

Pasó al menos otro cuarto de hora cuando vimos venir al caballero, traía la camisa mojada, y el móvil chorreando en la mano.
Dijo que lo sentía pero que se le había caído el móvil al water, que por eso había tardado tanto.

De pronto un olor terrible empezó a inundar toda la entrada del hotel y, eso, ¡Que era enorme!
Todos miramos a ver de donde provenía aquel olor, al mirar, me fije en el señor que había entrado en los lavabos, llevaba un pegote de mierda pegada al culo del pantalón y un pequeño reguero cayéndole por la pata.
Miré y no sabía que hacer, todos los que estábamos olíamos aquella mierda, se lo dije a mi compañera, salió del mostrador y zasca casi muere de la risa, iban a un restaurante a cenar había dicho… y, lo siento, pero me imagine sentándose en la silla con el camarero totalmente aletargado por aquel olor y me dio tal ataque de risa que tuve que meterme dentro y aprovechar para avisar a la limpiadora.
Cuando llegó a la enorme entrada ya le vino el aroma y dijo: ¡joder! ¿Qué han hecho ahí? Lo primero que vio fue unos calzoncillos chorreantes de pura mierda, los tiró a una bolsa de basura, le echó un líquido a los baños tan fuerte que tuvo que ponerse mascarilla y limpió los lavabos.
Yo me reía y no podía evitarlo, las lágrimas se me saltaban, eché un bote de ambientador en la entrada del hotel y aquel olor no se iba ni a la de tres. Todo el que pasaba arrugaba la nariz.

La limpiadora volvió a ver el baño y aquella peste estaba aún allí y de pronto gritó: ¡Vaya tarde de mierda! Y la risa nos volvió a todos los que sabíamos lo ocurrido.

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RECUERDOS DE CABO DE GATA » El PIRATA»

Este relato se lo dedico con todo mi cariño a Carlos, al que la mayoría conoce por su espléndido blog La estaca clavada del que disfruto mucho, te doy las gracias por animarme a escribir sobre mis vacaciones en Cabo de Gata, me he dejado mil cosas en el tíntero pero no quería hacerme pesada, quizás otro día reanude las anécdotas que allí me ocurrieron. Besos de luz amigos míos.

 

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Siempre me ha encantado ir a Cabo de Gata de vacaciones, durante años estuve yendo seguido todos los veranos.
Nos quedábamos en S. Miguel, una playa casi vacía, donde solo los del pueblo iban, apenas algún turista del que me hice amiga al encontrarnos todos los veranos.
Me encantaba aquella serenidad, la belleza de la playa, el agua tan azul, adoraba
el aroma a mar, me gustaban las barcas de los pescadores varadas en la orilla, las contemplaba desde casa, hasta allí llegaba la arena, no había paseo marítimo, las casas se llenaban de arena que se colaba por debajo de las puertas.
En realidad este pueblo, no era tal, era y es una barriada de Cabo de Gata, con playas enormes, una tienda pequeña, una droguería que vendía de todo, un mercado y chiringuitos, mi preferido, se llamaba: «El Boni» que me ponía unas tapas que me gustaban mucho, allí pasé muchos buenos ratos.
Los fines de semana aprovechábamos para irnos de allí, llegaban los domingueros y apenas podías moverte con tanta sombrilla, así que nos íbamos a las playas de: Los Genoveses, Los Muertos, Las Negras y muchas más. A veces llegábamos al Faro y allí nos tomábamos un refresco. Nos conocía todo el mundo y siempre tenían una tapa, una sonrisa y si había suerte una historia.
Todas tenían algo que yo adoraba, pero siempre, siempre era en mi playa al lado de casa donde mejor lo pasaba.
La playa de ardiente arena, tenía una franja de diminutas piedrecitas de mil colores, buscábamos las más bonitas y las guardábamos en un tarro, también conchas preciosas que luego pintaba con florecidas y mariposas.
Muchos de sus habitantes se dedicaban a la pesca artesanal, por lo que siempre teníamos pescado fresco.
Aún cierro los ojos y me parece sentir ese aroma a salitre, esa mezcla de arena mojada, sal y pescado, ese aroma se hace para mí el más deseado, ahora que apenas puedo ir.
Algo con lo que disfrutaba por las mañanas era sentarme debajo de las barcas, allí leía, mientras mis amigas se asaban como espetos.
A veces asomaba algún pescador para arreglar algo y me relataba como había ido la noche anterior.

En la fiesta de la Virgen un año estaba bañándome mientras se acercaba la barca con ella, los barcos engalanados y llenos de gente la seguían, mi hermano me gastó una broma e intentó hacerme una ahogadilla, tengo fobia al agua no puedo meter la cabeza en ella, así que me moví como una anguila, salí llena de rabia, sin darme cuenta de que el sujetador del bikini se me había caído, la playa estaba llena y me di cuenta de que me miraban, mi hermano gritaba: ¡El sujetador! Y al mirar por fin, vi mis pechos al aire, supe que todo el pueblo los había visto, así que muy digna salí del agua, me coloqué el sujetador y me senté en la orilla. Pasé tanta vergüenza que aún no he logrado olvidarlo, al año siguiente un pescador al que yo admiraba me compensó llevándome en la barca siguiendo a la Virgen del Carmen. 
Había muchos juegos y atracciones en la feria, pero uno en especial me llamaba la atención, ponían un pañuelo al final de un palo en un barco, el palo estaba engrasado, los muchachos tenían que cogerlo, todos querían hacerlo para ganar creo que era un jamón, pero no recuerdo ahora ninguno que lo consiguiera, pegaban cada tortazo en al agua que no podía evitar partirme de la risa.
Montaba en los columpios, compraba algodón y lo pasábamos genial en esas fiestas.
Me enamoré de aquel sitio. A veces muy temprano tocaban a la puerta, era un pescador vecino nuestro que nos traía el pescado recién cogido en un cubo.
El sabor de aquel pescado lo llevo conmigo junto al hermoso amanecer que veía desde mi casa, mis pies pisaban la arena que por la noche había entrado al pequeño patio delantero y me sentía llena, plena de felicidad.

Por las noches algunos amigos nos bajábamos a la playa, me tumbaba en la toalla y miraba las estrellas, nos contábamos historias y nos tomábamos un refresco, pero las noches mejores era cuándo venía mi vecino y amigo el pescador, le llamábamos » el pirata» por su presencia, un moreno con la tez tostada, alto y de cuerpo atlético nos tenía a todas enamoradas de una forma platónica y algunas no tan platónica.
Él llegaba, nos daba las buenas noches y se sentaba en la arena junto a su barca, siempre le pedía: cuéntanos cosas de las estrellas; él comenzaba a hablar de ellas, de las constelaciones, nos señalaba Almería en las noches claras, nos contaba historias de pescadores desaparecidos, decía: «la mar te lo da todo, pero en cuánto puede te lo quita, tened cuidado, la mar es muy traicionera, pero aún así yo no sabría vivir sin mi mar». Y, desde que conocí a aquel pescador y a otros, aunque siempre será «el pirata» el que esté en mi mente, siempre digo la mar, mi mar.
Poco a poco todo fue cambiando, hicieron un paseo marítimo que separaba mi casa de la playa por una calle asfaltada, quitaron las barcas de allí y las llevaron cerca del torreón, esto me produjo una enorme pena, empezaron a construirse muchos apartamentos, a ir demasiados turistas, todo iba cambiando, pero aún así, yo seguía con mis amigas de siempre, íbamos a la discoteca del barrio y reíamos, pero de alguna manera ya no era igual, le quitaron el encanto, la manera sencilla de vivir, sigue siendo bellísimo, pero ahora es distinto, ya no te cuentan historias tomando una tapa, ahora te meten un clavazo que alucinas.
Pero lo más extraño es el pescador, muy conocido allí, dicen que ha hecho un pacto con el diablo porque sigue igual, atractivo y con su pinta de pirata, cuándo nos hemos visto nos ha dado una gran alegría, al igual que a su madre que ya murió pero que recuerdo con todo el cariño, como me ponía un café y unos pasteles, luego me hablaba y hablaba de sus tiempos.
Cabo de gata supuso para mí una época que jamás olvidaré, felicidad, pureza, y siempre con la esperanza y creencia de que todo sería igual de hermoso.

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Imagénes de Cabo de Gata y las Salinas.

La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece.
Franz Kafka (1883-1924)

TRIADA III

Levantó la mirada justo a tiempo para esquivar el puño de la bestia horripilante, saltó a un lado y arrojó su espada. Su adversario contempló asombrado como estaba clavada en su pierna. Tocó el filo con algo de estupor. La guerrera cogió el puño con firmeza y tiró de ella, el animal cegado aulló, el bosque vibró al sonido de los gritos de los combatientes.
No dejó que se recuperará, cogió la hoja con firmeza y con el puño golpeo la cabeza de aquel ser, volteó la espada y con el filo le rompió la falda, se quedó desnudo, allí en medio del bosque, con una honda herida en el muslo y la cabeza rajada, el animal le dio un lametazo intentando espabilarlo, la guerrera no dejó que esto sucediera, levanto la pierna y con una fuerza hercúlea le dio en el pecho, sonaron huesos al romperse. 
El ser fue a levantarse, ella se agachó cogió una enorme piedra y lo golpeó con furia desatada, se oyó un grito horripilante… al mismo tiempo que la espada se clavaba por debajo del cuello hasta salir por lo alto de la cabeza.
Sudando gritó su victoria, fue en busca de sus compañeras de viaje. Pensó en el bosque que tenían que atravesar, allí vivían lo peor de los seres que habitaban Gaia.
La canalla y la infamia, avariciosos de cosas materiales, envidia y celos se dan la mano, caricaturas vivientes, que solo quieren hacer el mal, para sentirse satisfechos.
Y no les quedaba otra cosa que hacerlo si querían llegar a tiempo. Llegó junto a sus amigas, repitió el hechizo a la inversa, el báculo iluminó la noche, la luna dejó su cara sangrienta y volvió a ser blanca como nieve en invierno.
Dhanya la diosa madre guardiana de los hombres, la gran madre del agua, concebida antes de la creación, hermana de la luz, dio las gracias a la guerrera por su valentía.
Activó su escudo con la runa de la vida para proteger su vientre.
Enseñó, la malvada brujería de los seres del bosque, hizo que vieran que en sus crímenes se parecen a los hombres, pero sin embargo ellos no eran mortales.
Ella hilaba la vida de los seres humanos; todo lo hilaba ella, pero no movía la rueda, los humanos que sí eran mortales, habían decidido una vida lejos de la bondad.
Tendría que tomar medidas.
Con una mirada las tres empezaron a adentrarse en el bosque. La Madre acarició su escudo, era muy fuerte, pero la maternidad la hacía tener un punto débil, eso no era bueno en los tiempos que corrían.
Pensó en Darrian, la diosa de la guerra, prefirió callar…

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TRIADA I

LA TRIADA II