La noche oscura sin estrellas y la luna escondida tras las nubes, daba impresión desde aquel callejón, la parte posterior de un restaurante donde ella acababa de terminar su trabajo.
Aligeró el paso quería salir de allí, la oscuridad la ponía nerviosa, por fin salió a una calle más iluminada, apenas había gente, echó a nadar, caminaba hacía su casa con pocas ganas, últimamente las noches se habían convertido en pesadillas.
Esos sueños la estaban matando, hasta en el trabajo el jefe le había llamado la atención de lo descentrada que estaba.
Abrió la puerta, empezó a encender luces, encendió la televisión, se echó una manta por encima y decidió que esa noche la pasaría en el sofá.
Los ojos se le cerraban, estaba cansada, el día pareciera que no terminaría nunca. Abrió los ojos de golpe las luces habían bajado de intensidad y la televisión tenía el volumen a tope.
Sobresaltada, con el estómago revuelto del miedo se levantó, quitó volumen y apagó las luces. Volvió a encenderlas y esta vez todo siguió oscuro.
Desde la televisión oyó: –no puedes huir, ya eres nuestra.
Gritó e intentó correr hacía la puerta de la calle, una férrea mano la sujetó del brazo.
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—¡Tú eres mía, jamás saldrás de aquí!
—¿Quién eres? Déjame ir, por favor, lloriqueo sin apenas fuerzas.
una risa siniestra se oyó en todo el piso.
—¿Irte? ¿Aún no lo ves? Y al mirar con el miedo en la mirada se hundió en un mundo negro como aquella noche. La casa estaba vacía, solo telarañas y polvo.
La risa volvió más cercana, una sombra negra avanzó hacia ella,
una capa negra envolvía aquel hombre de pelo negro, ojos oscuros, pintados con una raya negra que los hacía aún más sombríos, y, al fijarse bien se dio cuenta de que podía ver a través de él.
—¿No lo recuerdas?
—Te quitaste la vida hace un año.
—¡No! ¡No es verdad! Hoy he ido a trabajar y la voz se fue esfumando entre polvo y muerte.
Y entonces recordó la bañera, su cuerpo inerte y el reguero de sangre.
Él la cogió, ven querida, ven, que te llevaré a tu sitio, a tu verdadera casa. —¡El infierno!
Buenos días, no se te resiste nada a la hora de pluma y papel. Buen relato y el final no se vislumbra hasta el último momento. ¡Felicidades! Me ha gustado, aunque últimamente huyó de las tristezas y el terror no me gusta particularmente. ¡Qué tengas buen día! Besos
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¡Muchas gracias, primor! Feliz día para ti.
Besos.
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¿Quién había dicho que los muertos no sueñan? Sus pesadillas son como las nuestras solo que ellos, de las suyas, no se despiertan. 💀🖐
“apenas había gente, echó a nadar,” (andar) 😁
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Gracias amigo, por leerme. Beso
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No hay de que, a ti por publicar
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¡Terrible elección! Un beso.
Vale, vale, ya sé que lo habías advertido.
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Jajajaja…
Besos.
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Quien sabe, puede ser que nosotros estemos muertos y aun no nos hallamos dado cuenta.
Excelente aporte
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¡Gracias! Abrazo
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