LA SOMBRA ROJA

Interminables pasan las horas en esta cama que me ata, que me absorbe, que me atrapa.
Espera de la vida, que me hable, que me explique, que me ame.
¡Pero no llega!
Esa sombra roja que me asusta, sus palabras fluyen en versos de muerte.
Mis oídos se cierran, quiero que llegue la vida, que me sonría, que me abrace, me atrape.
¡Pero no llega!
—¿Has visto a la chica de la 22?
—Si, sigue atada.
—Pobre, en el manicomio con dieciocho años.
—Está así desde que asesinaron a su padre, había sangre por todos lados,
con unas palabras: sombra roja.
—¡Ayudadme, se lleva mi vida con la de mi padre!
Los dos auxiliares se miraron con conmiseración.
Al día siguiente ella estaba muerta, una nota decía: la sombra roja.

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