Interminables pasan las horas en esta cama que me ata, que me absorbe, que me atrapa.
Espera de la vida, que me hable, que me explique, que me ame.
¡Pero no llega!
Esa sombra roja que me asusta, sus palabras fluyen en versos de muerte.
Mis oídos se cierran, quiero que llegue la vida, que me sonría, que me abrace, me atrape.
¡Pero no llega!
—¿Has visto a la chica de la 22?
—Si, sigue atada.
—Pobre, en el manicomio con dieciocho años.
—Está así desde que asesinaron a su padre, había sangre por todos lados,
con unas palabras: sombra roja.
—¡Ayudadme, se lleva mi vida con la de mi padre!
Los dos auxiliares se miraron con conmiseración.
Al día siguiente ella estaba muerta, una nota decía: la sombra roja.
Impresionante relato y lleno de misterio, besos mi querida María llenos de corazón !!! muackissssss.
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Gracias primor! Muuuuaackkks
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Espeluznante María. Un beso.
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¿Se supone que me tengo que dormir ahora? Besote María.
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Sip…Besazos primor!
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Leñe, qué mal rollo. Yo que me esperaba algo picantón en la onda de tus poemas más atrevidos… y me he dado de bruces.
¡Buen efecto que te has marcado!
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Jajajaja, gracias Lord, me alegra haberte sorprendido.
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Oh my God! inesperado, desde una imagen tan roja, que me ha encantado, de cierto es. Voy por mas cuentos 😉
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¡Muchas gracias!
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