HISTORIAS MUY VIVAS 7—MIEDO

Bueno amigos míos, hoy como cada semana una nueva historia de Lara y el chico del collar, espero os guste. Un abrazo de luz azul.

 

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Salimos de aquel lugar y anduvimos por la calle, sentí una voz dentro de mí: —¿Hay alguien aquí? —¿Lara puedes venir? Sentí un escalofrío…¡Eso era una sesión de ouija! ¡Alguien me estaba invocando! Yo había hecho algunas sesiones pero siempre terminaba asustada y lo dejé, miré al chico del collar. —Boni me están invocando con la ouija —¿Qué hago? y el ladeando la cabeza sonrío tristemente y me dijo: —¿Tú crees que puedes hacer algo? y sin pensarlo me lancé a intentarlo, cerré los ojos, volví a concentrarme y allí estábamos con mis amigos.
—Rosa lloraba, ¡Dejadla en paz joder!
Y en ese momento moví el vaso, quería hablar, preguntar qué había pasado, porque nadie estaba en mi funeral, ¿quién era esa muñeca igual que yo?
Pero todos saltaron y empezaron a gritar, a chillar unos a otros echándose las culpas —¡Tú lo has movido! De la mano aún de Boni, sentí un tirón brutal y de nuevo nos encontramos en Expiación.
El hombre de negro estaba acompañado por la chica de la cara quemada, los dos sonreían con sorna mientras nos miraban.
Era de día, nublado, gris, pero de día y de donde veníamos era noche cerrada, ¿Cómo era posible? ¿también cambiaba el tiempo, no estaría viviendo un mundo onírico?
Quizás nada era real, solo una pesadilla, llena de muerte.
Empuje con fuerza al chico del collar, salió del atontamiento en el que estaba metido, corrimos hacia el cementerio y fuimos a la tumba de Pepe, allí Boni me dijo algo que me sorprendió: —¿y si estoy yaciendo muerto pero soñando? ¡Era lo mismo que había pensado yo! Me recosté en la tumba de Pepe y observé que el cielo tenía algo distinto, no era igual que de donde veniamos, no sabía qué, pero notaba algo y era “malo”. El chico del collar me dijo que callara con un gesto de su dedo. Me espanté al oír como una voz siniestra nos llamaba a cada uno por nuestros nombres desde fuera del cementerio, y vi esa aparición (la neblina que yo suponía haber visto en realidad era un enjambre de moscas que sobrevolaban alrededor suyo).
Sin embargo, lo más terrorífico fue ver que no era humano, el rostro lo tenía alargado como una bestia con dos cuencas color rojo, el cuerpo deforme, los brazos muy largos con manos terminadas en garras.
El chico del collar y yo nos abrazamos llorando despavoridos.
Continuará…

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La muerte no es más que un cambio de misión.

Leon Tolstoi (1828-1910) Escritor ruso.

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